martes, 19 de agosto de 2008

Jerjes, el Tirachinas Volador ♠ 5:03


||Jacqueline @ 5:03

[Cerca de Polaris Port. Jerjes, el Tirachinas Volador - Navío inglés ]

- ¡Reputas!¡¡MARICONAZAS!! ¡A cubierta! - La capitana Eve Leadfoot no se había levantado con buen pie, si es que se le puede llamar levantarse a resbalarse de un mastil y pegarse el batacazo mayor contra la cubierta. Pero lo que definitivamente no mejoraba su humor eran las velas inglesas que podían observarse en el horizonte con dirección a Polaris Port.

Todos los hombres que formaban la tripulación de Jerjes, el Tirachinas Volador, iban de aquí para allá haciendo lo que fuera para que a la capitana no le diera por echarlos a los tiburones. Movían cuerdas, limpiaban cañones, izaban velas o fregaban la cubierta rápidamente, notablemente estresados por los gritos recriminatorios que Eve les dedicaba desde el timón.

- ¡VAMOS, NENAZAS!¡TENEMOS A LOS INGLESES PEGADOS AL CULO!

Los piratas no cesaron de trabajar. Davy era uno de ellos. Nervioso, correteaba de aquí para allá moviendo barrilles de pólvora y, de vez en cuando, ayudando a alguno de sus compañeros a transportar cualquier cosa pesada, a pesar de que las delgadas piernas le temblaran al intentar levantar cualquiera de los cofres y baúles que se habían amontonado en la proa del navío. Y los gritos... sentía que la cabeza le iba a estallar entre tanto grito, pero a pesar de ello no se atrevió a quejarse.No podía negar que la capitana era una mujer que realmente imponía. A pesar de haberse acabado de levantar, destilaba liderazgo.

El joven Davy echó al suelo uno de los barriles, jorobándose para poder llegar a él. Hizo que rodara con rapidez, adelantando la mano una tras otra, dándole impulso al gran cilindro de madera. Veía las tablas de dicho material girar velozmente, mezclándose entre si ante sus ojos.

- ¡MÁS RÁPIDO, MÁS RÁPIDO! ¡QUIERO VELOCIDAD! -volvió a gritar Leadfoot.

Los alaridos de la capitana apresuraron de nuevo a sus hombres. Davy escuchaba los pequeños maratones que hacían yendo de arriba a abajo. Por un momento alzó la mirada, observando con admiración a Eve Leadfoot girando el timón bruscamente. Era como si todos formaran parte de un mismo espíritu; la camadería era como...

- ¡LA MADRE QUE TE PARIÓ, LEADFOOT!

De repente, toda la actividad antes reinante en el Jerjes se paró en seco, como si el tiempo se hubiera detenido. Davy, sin saber de quién era aquella voz, apartó la mirada de la capitana, dándose cuenta de que todos los marineros habían levantado la cabeza hacia el mástil.

Los imitó.

Allí arriba, subida al pequeño cobijo hecho de madera, apoyada en el mástil y cogida a una de las cuerdas, Marcy Naiper los miraba con los ojos entrecerrados. Tenía una botella de ron sujeta con la mano izquierda, pues la otra estaba demasiado ocupada agarrándose a la dura y gruesa cuerda.

- ¡OSTIA PUTA, CON TANTO RUIDO! -gritó desde allí arriba. A pesar de estar tan alto, se la escuchaba perfectamente- ¿POR QUÉ COÑO NO PODEIS EMPEZAR UN POQUITO MÁS TARDE?

Davy había escuchado hablar de Naiper. No se sabía mucho de su pasado, solo que era una ladrona de primera. Había conseguido internarse en la enorme casa del gobernador, robando gran parte de su dinero. Aunque era solo un rumor, claro. Otros aseguraban que no había sido la casa del gobernador, sino la de la reina. Y muchas más habladurías. Marcy solía ser la comidilla de los guardias ingleses, junto a toda la tripulación del Jerjes.

A pesar de ello, Davy solo sabía una cosa segura sobre Marcy: hacía desaparecer las cosas, era afortunada en el juego y le gustaba el ron. Si juntabas todo ello y le dabas una espada, tenías una lucha de espadachines en toda regla, con la ladrona soltando improperios y la capitana Leadfoot apostando.

De repente, Marcy se dejó caer del cubículo, sujetándose a la cuerda con las dos manos y bajando por ella por rapidez. No se quemaba las manos al rozar; llevaba guantes. Ya no tenía la botella de ron en la mano, sino sujeta en la cintura por el pañuelo que se había anudado a modo de cinturón para que no se le cayeran los pantalones. El sonido de las botas chocando contra el suelo indicó que había llegado a cubierta.

- Que tengo resaca, joder -dijo, en un tono más bajo.

El silencio que Marcy había impuesto en toda la borda al descender del mástil dejó entreoír algo, que para cualquier persona ajena a esta embarcación podía tratarse de algo extraño e incluso de una obscenidad pero, que con el tiempo, para cualquiera que navegase en el Jerjes era prácticamente normal, es más sabían qué era e incluso más, de quién o quiénes se trataba.
Los sonidos provenían de la rejilla que daba acceso a las bodegas, que guardaban las provisiones para el viaje, y no eran más que extraños gemidos y golpes, los cuales se repetían con un intervalo cada vez más corto. Acostumbrados, los marineros continuaron su trabajo, esperando no recibir más gritos de la capitana.
Una vez cesaron los ruidos la rejilla se abrió y dejó paso a un despeinado y descamisado pirata, se trataba de Bryan. Este subió los últimos escalones junto a una bola rosa que vestía un pañuelo de lunares. Al llegar finalmente a la borda lanzó una mirada altiva a la capitana e imitó el gesto hacia Marcy, colocó la bola en su hombro y caminó por la borda a paso lento.

- Excitante día el de hoy - dijo mirando lascivamente a los marineros que trabajaban por la borda, con pasos largos se acercó hasta la capitana y sonriendo señaló a un par de marineros que preparaban uno de los cañones-: ¿Tal frío es el de hoy para que lleven tanta ropa?

- Rondando tu por aquí, glacial- contestó Eve mientras se ataba más firmemente el pañuelo a la cabeza.- Por si no lo has visto, tenemos compañía.
Dejó al lascivo pirata encontrar solito a los ingleses entre la marea de sudorosos marineros para acercarse a su ladrona favorita, que sufría de resaca.
- Tu, ¡desgracia!- la gritó al oído, jodienduna ella.- El Jerjes no va a llegar a Polaris por ciencia infusa, así que mueve el culo y haz de vigia.- Oh dios, que morbo daba dar órdenes.
La capitana se puso su chaqueta negra y volvió al timón, observando con preocupación que el barco inglés se hacía más grande en vez de pequeño. Mandaba huevos, que día.
- A ver, o movéis el culo, o movéis la espada, ¿está claro?- berreó.

Sin embargo, solamente los más valientes o desesperados se atrevían a embarcar, pues era bien sabido que sólo las más arriesgadas y suicidas empresas eran emprendidas por su tripulación de chiflados. O tal era la historia, porque la mayor parte del tiempo navegaban sin rumbo emborrachándose, atacando a los barcos ingleses que le daban alergia a la capitana, o pasando mercancía de contrabando. Sus supuestos tesoros eran las ganancias combinadas de la capitana y su segunda de abordo en las casas de apuestas.

Y por supuesto, igual de legendaria y estrambótica era la historia que situaba a Jelly Legs Bryan a bordo. De este pirata se decía que nunca había follado a alguien, si no al revés, y que mantenía maratonianas sesiones en las bodegas del barco con un oso rosa
Claro está, los hombres de bien consideraban estas historias como majaderías, puesto que sus civilizadas mentes no podían abarcar los ideales de la vida en altamar.

Y hablando de hombres de bien, a pesar de todos los berreos, gritos y alaridos de la inagotable garganta de Eve, los ingleses estaban ahora a un tiro de piedra. Esto, por supuesto, había sido debidamente comprobado arrojando una bota olorosa y maloliente a los ingleses, que se taparon la nariz asqueados con sus pañuelos bordados de Dior.

Por supuesto, esto no les impidió sacar sus estoques con la otra mano, y uno de los almirantes alzó el brazo libre para indicar a los marineros, a los que la bota olorosa les importaba un pepino, que disparasen los cañones.
Un estallido sonó antes de los cañones ingleses, mientras una carga de pólvora y hierro se incrustaba en la mano extendida del almirante procedente de la pistola de la capitana, cuyo grito de “¡¡FUEGOOO!!” se perdió entre el fragor de los cañones.

Al mismo tiempo que las balas, una bolita peluda y rosa volaba entre los dos barcos aterrizando en la cara de uno de los ingleses, que forcejeó con el unos momentos antes de quitárselo de encima, sólo para ser derribado por Bryan, que venía detrás.
- Hola guapo- le sonrió arrebatadoramente al hombre, del que sólo veía la roja cara entre sus piernas, y se levantó mientras el oso le cortaba la garganta, no fuera que el inglés le clavara el estoque en el culo. O espera, puede que eso no fuera tan mala idea…

Siguiendo la estela de su compañero de tripulación, la famosa ladrona Marcy Naiper pasó con soltura al otro barco, mientras éste se balanceaba por los cañonazos, y la pólvora silbaba a su alrededor. Conocía la afición de la capitana por hacer explotar los barcos ingleses, nadie sabía porqué le caían tan mal, y puede que pudiera conseguir algo de valor antes de que las balas del cañón dieran con la Santa Bárbara.

Los soldados de la marina, intentando servir a su país y bajo el mando de su pomposo capitán, intentaban herir a quienes podían con la bayoneta, ya fuera hundiendo la afilada hoja de metal en las carnes de los piratas o disparando a cualquier cosa que se moviera. Y, entre esas cosas, se encontraba la ladrona. Con actitud despreocupada despachaba a cada marinero que se le ponía por delante, ya fuera estrellándole la botella vacía de ron en la cabeza o rompiéndole un brazo como si tal cosa. A pesar de saber que volverían a ir a por ella en cuanto se levantaran no los mataba; le gustaba dejarles la diversión a sus compañeros. Avanzó hasta la puerta que daba al interior del barco, metiéndose con la naturalidad de alguien que estuviera en su propia casa, dejando atrás la lucha que mantenían la tripulación inglesa y la del Jerjes entre gritos y cañonazos.

Etiquetas: , , , ,



To be continued...